martes, 28 de julio de 2020

El poeta Halley

Hoy quiero pedir un favor. Antes de empezar a leer, es imprescindible que escuchéis primero la canción que acompaña al post ya que es el eje principal del mismo. Es una de mis canciones favoritas, en este momento puede que la que más. Así que los que estéis leyendo ésto desde el móvil activad la opción ver en versión web que está al final del todo del post para poder ver el vídeo, y los que lo tengáis ya disponible simplemente dad al play y escuchad la canción. Gracias.




“Me atraparás al vuelo
Y nunca a la pared
Y si me dejas aire
En tus líneas dormiré
Palabras de una musa
De baja maternal”


Pasar a palabras las ideas que rondan tu interior. ¿Puede haber algo más bonito y a la vez más difícil? Sabes que están dentro de ti, las notas burbujear en tu cabeza, parece que quieren salir y volar libres, pero, cuanto más te esfuerzas por liberarlas, más difícil es conseguirlo. Te sientas delante del papel o de la pantalla, comienzas a escribir, te esfuerzas. Lo lees y ves que no funciona, lo notas espeso, artificial, sucio. Es inútil forzar la inspiración cuándo ésta no está ahí. ¿Estaré seco? ¿Habré contado todo lo que tenía que contar? Sientes la angustia crecer. Sales a dar un paseo, a escuchar música, ves una serie, un partido de fútbol, juegas con tus hijos. Y de repente, plas, ahí está. La chispa, el brote. Hay algo que quieres contar, las ideas te salen solas, van más rápidas de lo que pueden llegar a escribir tus dedos. Lo que tanto estabas buscando aparece por sí solo cuándo menos te lo esperas. La idea, las palabras adecuadas siempre habían estado ahí, en tu interior. No las fuerces y ellas solas brotarán libres. 


“Puede que al fin me conozca muy bien
Si fueran puntos grises mis rarezas
Cada tara que creé
De seguirlos con un lápiz al final
Verías mi cara en el papel”

Tímido, serio, extremadamente obsesivo, tranquilo aunque en ocasiones explosivo, inseguro socialmente, excesivamente seguro intelectualmente. El retrato de mis fantasmas. Toda la vida luchando contra ellos, contra tus miedos, contra tus rarezas y manías, contra tu forma de ser. Intentando evitar ser como realmente eres para poder ser como crees que a los demás les gustaría que fueras. Abraza tus imperfecciones, son lo que te hacen único. Acéptalas, asúmelas. No luches contra tu forma de ser porque eso solo te va a generar frustración. Conoce cuáles son tus fantasmas, porqué están ahí y qué provocan en ti. No sufras por tenerlos, todos tenemos los nuestros. Acéptalos y con ello provoca que conocer tus debilidades sea una de tus fortalezas. 


“Por eso
Estoy por aquí otra vez
Rebuscando en mi almacén esa palabra
Cónsul de mi timidez
Ojalá encuentre la forma
Más me vale
Tengo un tema que acabar”

Nos atrevemos a decir cosas por escrito que cara a cara nunca diríamos por pura timidez y pudor. Nos escondemos detrás de la pantalla para que ella hable por nosotros. Sueltas lo que tengas que decir y puedes alejarte y coger aire, no tienes porqué enfrentarte a la reacción de la persona con la que hablas, no hay porqué temer a tu propia reacción. Un wasap como emisario de lo que sentimos y pensamos, como enviado especial de nuestros odios y pasiones, sin la necesidad de pisar el terreno pantanoso en persona. Un wasap que se lanza como la bengala del náufrago, que suplica sin mostrar, que muestra sin enseñar.


“Si no aparece nunca
O entiendo que no di con la palabra justa
Y cuando al fin la encuentro llega aquel mar de dudas
Si cuando me decido tú me detienes siempre
Me aprietas justo aquí y dices no
Mi leal traidora, inspiración
Cuando apareces menos hoy”

Escribiendo…en línea. Escribiendo…en línea. Morderse la lengua como forma de vida. No decir más de lo que debes para no herir o para no herirse. Callar lo que probablemente solo te dé problemas. La vida se compone mucho más de lo que callamos que de lo que decimos, de fantasear con lo que habría pasado si hubiéramos dicho aquello, con las consecuencias de no callar lo que en este momento pensamos o sentimos. Hay mucho más oculto dentro de nosotros de lo que jamás admitiremos a nadie.


“Te quedarás dormida
Menuda novedad
Es peor mi geniocidio
Cuando no te dejo hablar
En la autopista de la vida
Si te saltas la salida hay que esperar”

Evidentemente que determinados trenes solo pasan una vez. Oportunidades que dejamos escapar y oportunidades que dejamos que se vayan solas. Oportunidades que no supimos aprovechar y oportunidades que era imposible aprovecharlas. Oportunidades que solo llevaban a la perdición y al caos. Qué fantasía el poder pensar lo que hubiera sido desde la comodidad de nuestra tierra firme. Qué maravilla reescribir el pasado desde la seguridad del que se siente a salvo. Y si volvieras atrás ¿Cogerías esa salida? Apuesto a que no. Queremos los pies en el suelo y la cabeza en las nubes. Dinero en el banco y un hogar donde volver por la noche. 

Salidas que a veces es mejor no coger


“Puede
Que no haya aprendido a aceptar
Que escuadrones de moral judeocristiana
Con su culpabilidad
Nos seguirán por tierra, por el aire
Y sobre todo por amar”

Desde muy pequeño te meten en la cabeza, o más bien nos lo metemos nosotros mismos por simple observación e imitación de nuestro entorno, la idea de la culpa por lo que sentimos y pensamos. La culpa por gustarte alguien del mismo sexo. Culpa por no sentir afecto por quién se supone que deberías. La culpa por enamorarse de quién no debes cuando no debes, como si eso fuera controlable. La culpa por no seguir las pasos que otros tenían marcados para ti. La culpa por perder el tiempo en cosas que los demás piensan absurdas. Culpa por lo que la gente entiende de lo que tú dices o haces. Esa horrible sensación de escrutinio constante que cae sobre nosotros y que en ocasiones pesa y ahoga con fuerza.


“Puede
Que esté demorando la acción
A los doce tuve un sueño en que ganaba
Pero el sueño me venció
Desde entonces mis derrotas son las huellas del carnet
De ese tal yo”

Y qué es la vida si no una sucesión de derrotas. Derrotas pequeñas y derrotas enormes. Derrotas pasajeras y derrotas trascendentales. Derrotas bien visibles y derrotas interiores. Derrotas que marcan, que forjan, que hacen, que guían, que iluminan el camino. Que se clavan como puñales, que resbalan como lluvia. Derrotas que son victorias, victorias que cambiaríamos por cien derrotas. Derrotas que son la vida. La vida que son derrotas.


La derrota como forma de vida


“Ahora escúchame
Ya he encontrado la palabra justa
Mejor prepárate
Tiene algo que a todos asusta
Sí, la voy a soltar
La quiero soltar
Pronunciaré 'esperanza'
La gritaré por dentro si es lo que hace falta
La escribiré mil veces, me alejaré de espaldas
Quizás de repetirla algo me quede
No puedo permitir tu negación”

Y pese a todo, seguimos caminando. Pese a todas las piedras en el camino, pese a todos los pasos en falso y las vueltas en círculos seguimos hacía delante. Nada nos quita la ilusión por el mañana. Nada nos quita la esperanza por las cosas que están por venir, desde las más pequeñas a las más trascendentales. No hay fuerza más potente que mueva el mundo que el ver amanecer otro día con la ilusión del porvenir. Por muy oscuro que esté nuestro alrededor sabemos o deseamos que hay una luz esperándonos al otro lado de la curva.


“Mi leal traidora inspiración
De intermitente aparición
Como un ángel hallado en un ascensor
Qué bien funcionas como recuerdo”


Y qué bien está ahí, tranquilo, el recuerdo. Qué placer volver a él cuando nos plazca, saber que va a estar ahí, quieto, inamovible, solo para nosotros, enteramente a nuestra disposición. Qué arte para dulcificar el pasado, para quedarnos solo con lo queremos, para limar todas las impurezas y matices y quedarnos simplemente con una superficie brillante. Qué diferente era la realidad, que distinta sería esa idealización si hubiera llegado hasta hoy. Qué hartos estaríamos de esa rutina que hoy evocamos con nostalgia. Que tóxica y aburrida esa relación que rememoramos como perfecta y pasional. Qué mundana y vulgar la persona que recordamos como única. Qué daño nos haría en el presente ese pasado nostálgico.


“Todas las canciones hablan de tí." Lorena Pacheco. 


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