jueves, 24 de septiembre de 2020

El suicidio colectivo

“I know we've got to get away
Someplace where no one knows our name
We'll find the start of something new”




Vamos a salir mejores.

Vamos a salir mejores decían los hijos de puta.

Supongo que era una simple frase de ánimo, un lema. Pero pensándolo ahora mismo no sé si me dan más ganas de reír o de llorar. Mejores. Salir. Je. 


Gobernantes

Después de dos meses confinados a cal y canto salvo para ir a trabajar, a principios de junio parecía que teníamos la epidemia más o menos controlada. Los hospitales estaban vacíos, no había prácticamente muertes, muchas zonas del país presentaban cero contagios y las demás muy pocos casos. El dinero fluía procedente de Europa. Todos sabíamos que en invierno llegaría muy probablemente una segunda ola del bicho, así que teníamos bastante tiempo por delante para prepararnos.

Bien, ¿que medidas había, entonces, que tomar? ¿En qué emplear ese tiempo y dinero?

Cualquiera con un mínimo básico en salud pública y atención sanitaria sabrá que, desde la convención de Ottawa de 1986, la base de un buen nivel de salud es la prevención que se logra mediante la atención primaria. Ésto es el evitar la aparición de la enfermedad gracias básicamente a, en primer lugar una buena educación sanitaria en hábitos y actitudes saludables poblacionales, y en segundo lugar a unos buenos sistemas de prevención precoz provistos por el sistema sanitario. 

¿En qué se traduce esto hablando de la situación que teníamos en junio? Pues en primer lugar en haber gastado los cuartos en una campaña masiva por tierra, mar y aire (televisión, prensa y radio) educando y explicando bien a la población las conductas diarias adecuadas para evitar contagiar y contagiarse. Explicar que había que evitar a toda costa los espacios cerrados y concurridos y más aún sin mascarilla, evitar la costumbre española de dar besos al saludarse o besar a los niños, evitar las reuniones familiares en espacios cerrados y sin mascarilla, el uso de mascarilla obligatoria en todos los centros de trabajo cerrados. Fomentar más aún el empleo de terrazas y espacios al aire libre de los locales de ocio al estilo de lo hecho en Nueva York (miren cómo estaban allí y cómo están ahora, y miren las medidas de este tipo que tomaron), apertura total de parques, rebajar la importancia de la posibilidad de contagio en superficies… En fin, como viene demostrando la evidencia científica, fomentar todo lo que sea al aire libre, y limitar todo lo que sea en espacios cerrados y los contactos estrechos. En segundo lugar, evidentemente, había que contratar y formar rastreadores como si no hubiera un mañana (no lo había). A todo esto habría que añadirle la potenciación al máximo posible de la atención primaria, primer dique de contención y fuerza de choque fundamental de la salud pública.

¿Qué se hizo en realidad? Gastar todo el dinero y más en créditos al sector hostelero y turístico, (crédito a comenzar a pagar el año que viene), y fomento tanto a nivel nacional como internacional de que saliéramos todos a los bares y hoteles cómo si aquí no hubiera pasado nada. La intención de fondo es buena, salvar un pilar fundamental de la economía nacional, pero el resultado a medio y largo plazo era y es claramente pésimo. La apertura total de discotecas, que son un espacio cerrado y lleno de gente, la gran mayoría de ella sin mascarillas, solo podía provocar lo que ha provocado. La apertura del interior de los bares, más de lo mismo. Quizá se haya medio salvado la temporada, lo dudo mucho, pero eso ha provocado que en Septiembre y para lo quede de pandemia, las discotecas van a permanecer cerradas si o si, los bares lo mismo a medida que avancen los contagios (y avanzarán ya que no hay ni va a haber más confinamientos), y en cuánto a los hoteles, mal futuro les espera viendo que no sé qué extranjero va a querer venir aquí a hacer turismo siendo una vez más, el país occidental más golpeado por la pandemia. Pan, aunque duro, para hoy y hambre para mañana. La idea que ha calado en la gente, y que podemos ver en el día a día, es la de llevar mascarilla en espacios abiertos y quitárnosla en cuanto llegamos al espacio cerrado, ya sea éste un bar o una reunión familiar. Todo al revés.

Bien

Mal


Respecto al tema rastreadores y atención primaria poco hay que decir que ya no sepamos. Los rastreadores han funcionado mal que bien en alguna comunidades como Asturias, pero en otras, como Madrid, ni ha habido, ni hay, ni se les espera. La eternamente infradotada atención primaria por su parte, ha permanecido prácticamente cerrada todo este tiempo, dejando a su suerte, en cuanto al coronavirus y a cualquier otro problema de salud, a la población. La parte asistencial que más tenía que potenciarse es la que más ha sido debilitada. Ahora bien, que bonito queda el montar un hospital nuevo para pandemias, que foto tan chuli sale. 

La gestión que se realiza al detectar un caso positivo es oscura y confusa. ¿Alguien sabría explicarme cuánto es el tiempo actual de cuarentena en caso de positivo? ¿Cada cuánto se realiza otra PCR? ¿Se considera igual si tengo síntomas o si no los tengo, a la hora de la frecuencia de las PCR y extensión de la cuarentena? ¿Cuántas PCR negativas tienen que dar para considerarme “curado”? ¿Qué es un contacto estrecho? ¿Cuánto tiempo ha de estar en cuarentena ese contacto estrecho si da PCR negativa? ¿Cuánto dura la cuarentena de los niños en las clases con algún positivo? ¿Los padres de esos niños han de estar en cuarentena? ¿Van a tener una baja dichos padres o va a ser un sálvese quién pueda? Ahh, que preguntas tan irresolubles, es cómo querer saber que hay después de la muerte o si va antes la gallina o el huevo (esta última la tengo bastante clara, como alguien de por aquí ya sabe😜).

Mientras todo esto ocurre, su único interés desde el primer momento ha sido el quitarse las culpas de encima y echar los muertos, nunca mejor dicho, al otro. Qué triste.


Población

Nosotros. Oh nosotros, seres inocentes de luz que nunca jamás tenemos culpa de nada. Nuestros malvados líderes nos obligan a actuar mal y nos llevan siempre por el mal camino. Nos enferman, nos mienten, nos controlan, ¡ay qué desgracia! Qué impotencia el no tener raciocinio ni sentido común, qué lástima no poder controlar individualmente nuestros actos.

Yo, irredento sociópata, sabía que éramos mayormente gilipollas. Pero el nivel de gilipollez que hemos alcanzado me ha sorprendido profundamente. 

Estaría bien distinguir aquí a los diferentes tipos de bobos que nos vamos encontrando.

En primer lugar, y muy destacado sobre los demás, está el negacionista. Ya hablé de él un post anterior. Puedo llegar a entender que dude del origen de la pandemia. Tolero que crea que es algo controlado por élites superiores (jiji, poco conoce a las élites me parece a mi). Pero lo que no aguantaré nunca, es que niegue la importancia del impacto de la enfermedad en la sociedad y el sistema sanitario. A mí, me han llegado a decir a la cara que el hospital nunca se llegó a saturar, y qué la situación que vivimos entre marzo y abril era la misma que vivíamos otros años con la gripe. Si, ese personaje sabía que trabajo en un hospital. Cómo me gustaría que nos acompañara en una jornada de trabajo en una UVI o una planta Covid. Cuánto me gustaría que sintiera el agotamiento físico y mental que sufren mis compañeros y compañeras. Métete en tus foros de mierda y suelta allí todas las sandeces que se te ocurran, pero ten la decencia y el respeto de callarte cuándo hables con profesionales sanitarios sobre el tema. Estos personajes derivaron en un momento dado en antimascarillas, teniendo uno que aguantar memeces tales como que causa hipoxia, que provoca acidosis respiratoria permanente o que provoca autoinfecciones respiratorias. Yo que llevo diez años trabajando a diario con mascarilla debo de estar ya en las últimas. Si amigos, algo tan simple como una mascarilla es el elemento básico de prevención en cualquier infección respiratoria, pero supongo que algo tan simple no encaja en sus complicados mundos de conspiraciones internacionales. Yo veo dos opciones, o te crees más listo de lo que eres, o eres un egoísta que no es capaz de aguantar la “molestia” que supone el llevar una mascarilla. 

Su conspiranoico de cabecera


Más peliagudo es el tema de la vacuna. Una reciente encuesta del CIS reveló que el 40% de la población no se pondría la vacuna al principio de la campaña de vacunación una vez que ésta esté disponible. Habría que ver también los que no se la pondrían nunca. Bien, muy bonito. Así que tú, en una postura nada egoísta, prefieres esperar a que se la pongan primero otros compatriotas (incluyendo familiares y amigos), no sea que les pase algo y así yo me libro. Muy generoso, primero que se la pongan los pringados, y ya cuando vea que todo va bien es mi turno. Amigo, cuando se comercialice la vacuna, ésta habrá pasado por una serie de fases que no pienso explicar, pero que ya habrán demostrado la eficacia y seguridad de la misma. Estamos hablando de ciencia sería y no del programa de Ana Rosa. Y tu responderás, “ya, pero es que no me fío, la han sacado deprisa y corriendo y no tengo confianza”. Pues lamento decirte que todo el sistema en el que vivimos, lo que hace que funcione y siga hacia delante, lo que hace que todos podamos seguir con nuestras vidas, se basa en la confianza y la fe. Si. Te levantas y te duchas y lavas los dientes, confiando en que la potabilizadora hayan controlado el agua que llega a nuestros grifos. Coges el ascensor confiando en que el técnico haya revisado bien el mismo. Circulas con el coche por la ciudad confiando en que hayan programado bien el tráfico a través de los semáforos, confiando en que nadie se salte un semáforo en rojo que te cueste la vida. En el hospital te pones el medicamento confiando en que dosis y producto sean en realidad los que dice el fabricante, que la enfermera lo haya preparado y administrado bien, que el médico sepa lo que ha prescrito. Comes confiando en las medidas de seguridad que ha pasado cada alimento. Montas en avión confiando….. Etcétera, etcétera, etcétera. Todo lo que hacemos a diario se basa en la confianza, consciente o subconsciente, que tenemos en el trabajo de los demás. Sin eso no podríamos vivir. Además de todo esto, me pregunto cuál es la alternativa que entienden que hay si no piensan ponerse la vacuna. ¿Creen que la pandemia va a desaparecer mágicamente por si sola o piensan estar en el actual estado socioeconómico y sanitario eternamente? ¿Cómo creen que se va a solucionar ésto si no es mediante una vacuna?

Otra buena ración de bobos que tuvimos y tenemos que aguantar, son los llamados policías de balcón. Qué turra dieron. El fin del mundo iba a llegar cuándo dejaron salir a los niños después de que estuvieran dos meses encerrados. El fin del mundo iba a llegar cuándo se permitió salir a la gente a la calle a hacer deporte. Qué no señor, que el riesgo de contagio al aire libre es mínimo. Céntrese en lo suyo y deje vivir a los demás.

Y luego, estamos el ciudadano de a pie. Todos nos hemos lanzado cual cerdos en lodazal a disfrutar del verano como si nada hubiera pasado y nada fuera a pasar. Todos nos hemos  juntado en reuniones familiares o de amigos, de más o menos miembros, en espacios cerrados. Todos hemos repartido besos y abrazos. Muchos han ido a discotecas solo por el hecho de que éstas están abiertas, aún sabiendo el riesgo que suponen. Todos hemos y estamos haciendo cosas que están mal. No es cuestión de culpabilizar a la gente por intentar volver a la vida de antes, pero todos deberíamos en mayor o menor grado reflexionar sobre nuestros actos y hacernos responsables de los mismos. Todos hemos pecado de egoístas e irresponsables. No todo es siempre culpa de los demás, habrá que asumir de vez en cuando nuestra parte de culpa. Insisto además, en que aquí el problema es la repercusión que nuestros actos tienen en los demás, no la que tienen sobre ti mismo.


Sentimientos

Creo que la principal sensación, el primer sentimiento que me viene a la cabeza es el miedo. Miedo al futuro, a si habrá un más allá, a si habrá un después que se parezca en algo al antes. Miedo al pensar en los posibles movimientos sociales que pueda acarrear el estar así algunos años. Miedo al intentar prever el futuro que le pueda esperar a mis hijos y a mi mismo. Miedo a no volver a tener ocio, a que la vida se convierta en esta sucesión continua de ir del trabajo a casa y de casa al trabajo, a este vacío de emociones que parece ya eterno. Miedo a no conocer ya a más gente, a olvidar  a los conocidos que están lejos. Miedo a amargarme y amargar a los demás, miedo a dejarme ir. Miedo real a que está pesadilla no acabe nunca, a que detrás solo esté el vacío.

A menudo, el miedo se convierte en astenia. Cascos sobre los oídos, mirada abajo y evasión. Frío absoluto a lo que pase a mi alrededor. Importancia cero a lo que ocurra con el país y la enfermedad, con los conocidos más cercanos incluso. Reclusión en mi mismo y a mi alrededor un muro de hielo.

En ocasiones, el muro se rompe y lo que surge de dentro es la rabia. Rabia al ver a mi mujer llegar a las once de la noche a casa después de batallar todo el día contra la enfermedad, mientras tengo que aguantar a toda una piara de subnormales por la redes sociales. Rabia al ver el esfuerzo y trabajo de unos, y el pasotismo de otros. Rabia por mis hijos, por no poder hacer todas las actividades que tenían programadas en el cole, por esa infancia cortada de raíz de un día para otro. Rabia al ver en lo que se está convirtiendo está sociedad, en el egoísmo que ya es endémico. Rabia por no poder viajar y conocer, por no poder quedar y hablar, por no poder emborracharme y olvidar.

Cuando acaba la rabia llega la impotencia. El saber que nada está en tu mano, que solo puedes esperar y esperar. Que nada va a cambiar por mucho que hagas o digas.

El futuro ahora mismo parece oscuro, la esperanza es algo débil y efímero. 

Vamos a salir mejores decían. Yo lo que veo es cada vez más distancia y crispación, más acentuación de las diferencias que unión a través de lo común. Más egoísmo y envidia. Más miedo e ignorancia. Más charlatanes y crédulos.

Salir decían….

Mejores decían…..


En el fondo sé que volveremos a ésto


“Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada" (Edmund Burke)


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