jueves, 4 de junio de 2020

La cola de la lagartija

“For what is a man, what has he got?
If not himself, then he has naught
To say the things he truly feels
And not the words of one who kneels”



Hace ya algún tiempo escuché en uno de mis podcast favoritos, el de Santiago Camacho, una reflexión que desde ese momento se ha convertido en uno de los pilares que rigen mi vida. 
La historia comienza con una anécdota que le sucedió a Santiago siendo éste aún niño. Cuenta que estaba veraneando en su pueblo cuándo un día decidió salir a coger lagartijas. Debió de costarle mucho conseguir atrapar una (a mi no me preguntéis, quién hubiera podido tener pueblo para veranear) pero que finalmente lo consiguió. Alzó a la lagartija por la cola mientras la miraba con expresión satisfecha sintiéndose el rey del mundo, cuando de repente, la lagartija dio una violenta sacudida y, sin más aviso, separó la cola del resto de su cuerpo, dejando al protagonista con cara de bobo y una cola de lagartija en la mano, mientras ésta se alejaba del lugar como alma que persigue el diablo, sin cola pero a salvo.

La lagartija deja su cola atrás cuando se ve atrapada

La moraleja de esta historia es clara. Todos somos alguna vez esa lagartija atrapada por la cola. Todos nos vemos, en ocasiones, en situaciones o relaciones que no nos producen bienestar, si no más bien lo contrario. Lo que conviene hacer en estos casos es pararse a pensar, medir el trozo de cola que vamos a dejar atrás, sopesar las posibles consecuencias, y entonces, separar el cuerpo de la cola dejando ésta atrás. Si, habremos dejado parte de nosotros por el camino y si, habrá consecuencias que solamente podremos intuir, pero seremos un poco más libres y probablemente felices.
Evidentemente, ésta manera de pensar ya estaba en mí anteriormente, pero al escuchar el podcast vi con claridad y lucidez la verdad del argumento, o al menos, la verdad que para mí representaba. Desde entonces, hará cosa ya de un año, he podido actuar respecto a esta regla en varias ocasiones, y hasta ahora, no me he arrepentido ni un ápice de los trozos de cola que he ido dejando atrás. Al contrario, he encontrado una paz de espíritu, una limpieza de conciencia y una satisfacción personal que hasta ahora me han venido fenomenal.
A medida que te haces mayor te das cuenta de lo que realmente te hace bien y de lo que solo te provoca malestar, o más bien, más malestares que alegrías. Te das cuenta de que hay cosas que no hay porqué aguantar, le duela a quién le duela o caiga quién caiga. Te das cuenta de que te da más o menos igual lo que puedan pensar de ti los demás. Nada de ésto significa que tengas razón ni que quieras tenerla, ni tampoco que pretendas convencer a nadie. No se trata de querer imponer tu punto de vista. Se trata, simplemente, de vivir con la conciencia tranquila de acuerdo a lo que uno siente y piensa. Para una mente tan obsesiva como la mía alejarse de lo problemático y lo molesto y acercarse a la tranquilidad es fundamental. 

Luann Van Houten dejo atrás a su infeliz marido y buscó lo que la hacía feliz, los gladiadores americanos. Todo está en Los Simpsons.

A veces es bueno alejarse a  toda velocidad de lo malo, de lo que te atrapa, de lo que te hace infeliz, e ir corriendo rápidamente hacia lo bueno, hacia lo que te calma, hacia lo que te hace feliz. No dejar que nadie te impida vivir de acurdo a tus principios es la manera de poder dormir cada noche con la conciencia tranquila.

“Un hombre debe tener un código”  Bunk Moreland, The wire

 Bunk Moreland, un hombre con principios

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